jueves, 17 de febrero de 2011

Peripecias de un trabajo de hormiga (fracaso aún)

Cuando uno pierde lo que tiene, se cumple tal cual la frase hecha: UNO NO SABE LO QUE TIENE HASTA QUE LO PIERDE.
Hace meses le doy la razón al que la creó, y al mismo tiempo lo maldigo, le clavo agujas en el muñequito que armé para hacerle magia vudú, pero cada tanto las agujas traspasan el muñeco y me las clavo yo, y así continuamos con esta historia..
Sabrán que hace un tiempo mi estado civil pasó de "soltero enamorado con pareja", a "soltero enamorado errante y solitario", y han ocurrido hechos totalmente extraordinarios para alguien en sus cabales y en condiciones normales de vivencia, es decir, sin la estupidez del amor.
Una de esas tantas, es esperar a la persona elegido y perdida a las 6 y media de la mañana en su casa, con varios grados menos que en verano calando los huesos como el pajaro carpintero. Una locura que solo uno en su estado inconciente, y ayudado por las horas de sueño que uno llevaba ya, esperando sea el tiempo, puede hacer. Solo para pedir una ayuda, un reclamo, una luz en tanta oscuridad. Como si la relación hubiera sido una vivienda y me había olvidad de pagar, me la cortaron. Eso buscaba yo.
Otra de las tantas cosas insólitas que uno puede realizar, es invadir su patio, hacerse el detective, para que nadie lo vea a uno realizando pavadas que, repito, solo uno en ese estado cupidesco puede realizar, y le deje una carta en el suelo, a la vista. Solo me faltaba la gorra de Correo Argentino. Todo esto con el peligro de que haga ruido y la familia llame a la policía. O peor aún, salgan ellos mismos con escobas y palos con destino a mi cabeza. Con la policía puedo tener tiempo a escapar, pero no lo voy a tener si aparecen 3 o 4 personas con palos dispuestos a desparramarte el cerebro en el piso. Ni hablar de la imagen que les queda de uno, al percatarse que a quien van destinados los golpes es una persona que conocen y para peor, era el novio de una de las hijas de la familia. Remontar eso hubiera sido tener que meterle 4 goles al Barceona en el Camp Nou para darle vuelta una serie de la Champions.
Pero lo más bajo, lo más humillante, lo que me llena de mediocridad, pero inevitable, es hablarle. No saludarla, ni preguntarle como está. Sino cierto tipo de charlas que se dan, ya que la relación es buena, en las que uno ofrece todo tipo de salidas y actitudes serviciales que tienen como único fin, lograr una respuesta condescendiente, que solo alegrará a uno mismo. He aquí un ejemplo:

Yo: ¿Como está tu abuela?
Ella: Bien, que se yo, mejor.. no como antes pero mejor.
Yo: Bueno, ya se va a poner bien!
Ella: Si, ojalá!
Yo: Bueno, cualquier cosa que necesites avisame si? si puedo ayudar..
Ella: Sí, te aviso, gracias.

Es sabido, que a la última persona que le va a avisar y pedir ayuda, es a vos. Esas dos últimas oraciones fueron, para envidia de políticos y nobles, pura y exclusivamente de cortesía, de diplomacia. Por mi parte, con el objetivo de caer bien y lograr un acercamiento, cosa errada, porque no se logra nada. Por el de ella, de buenos modales para no mandarme al carajo. Aumentando así mi imagen en su cabeza de tarado. De un energúmeno que no sabe que hacer con su vida.
Por lo tanto, eviten este tipo de cosas en esas situaciones en donde nos queda meter 4 goles en un campo imposible, donde tenemos que mover un planeta atando con telaraña, si no quieren sentirse desdichados y la peor escoria que existe desde el big bang.

domingo, 13 de febrero de 2011

El relato peor contado (previa)

Algún día relatare mejor el hecho de haber matado una inocencia virgen, el día que le descubrí a una persona la traición de la que fue víctima. Pienso que era una persona tan natural, tan fresca y sin maldad, que solo entendía la crueldad, ironía y los malos valores desde la teoria. Nunca la llevo a la práctica. Pienso que quedan muy pocas personas de esta etirpe. Una es ella. Cada día que vivo en estos últimos dos años, es un homenaje constante a su persona, única y original. Que deberá ser feliz, sea a mi lado o no, pero lo deberá.
No tengo mucho más para decir, o sí, pero no se como.